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La parada está abarrotada de turistas que quieren disfrutar del sol mallorquín. Son las doce y la línea número 15, que une Palma con s'Arenal, transporta diariamente a turistas y mallorquines a sus playas preferidas. El aire acondicionado nos alivia del asfixiante calor mientras los viajeros nos empujamos para acceder al fondo del autobús. Víctor Pomar y Andrés Canane, dos peruanos de 35 y 33 años respectivamente, destacan que «los autobuses son muy puntuales, aunque deberían aumentar en algunos trayectos la frecuencia, ya que se amontona mucha gente». Un recorrido de unos cuarenta minutos nos deja a pie de playa en el balneario 1 de s'Arenal.

Los viajeros salen apresurados en dirección a la ansiada playa portando bolsos, toallas... mientras vigilan a los incansables niños que dan vueltas muy excitados alrededor del grupo. A unos metros de la parada, María Asensio y Eva Villavieja, de Madrid, descansan apoyadas en el muro de la playa de Palma. Es su último día en la Isla, por lo que quieren aprovechar lo mejor posible el tiempo que les queda. Tanto Eva como María señalan: «La carencia más importante de los autobuses urbanos de Palma es la línea nocturna, que funciona muy bien en otras ciudades españolas».

En cualquier caso, uno de los aspectos que más les importan a los turistas que se mueven diariamente a través de los autobuses urbanos es el precio. En este sentido, la diversidad de opiniones es tan grande como los ciudadanos de los múltiples países que nos visitan cada año. Melanie Jazhe, alemana de 22 años, dice que «el precio del billete es excesivo, sobre todo la línea que une Palma con el aeropuerto de Son Sant Joan». Sin embargo, otros ciudadanos alemanes lo consideran asequible: «El euro que pagamos por el billete de autobús nos parece un precio francamente barato», aseguran Marisca y Elvira.

El retorno a Palma resulta bastante más tranquilo, los turistas permanecen todavía disfrutando del mar y la arena y la parada permanece vacía. Los apretones para alcanzar el final del autobús se han convertido en un pasillo central completamente despejado por el que caminas con facilidad. María Perallo y Nuria Saénz están sentadas y charlan tranquilamente: «Es necesaria una tarjeta complementaria a la de residente para las personas que pasan aquí un periodo de tiempo más largo que unas vacaciones», afirman con rotundidad. El autobús llega a la última parada en Palma y los pocos viajeros desaparecen por las calles.