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La peculiar temporada turística que estamos viviendo este año está dando baza a muchos "demasiados" para presentar un panorama catastrofista de la economía balear. Las cifras del paro, aeropuertos y ocupación hotelera no son buenas. Nadie puede discutirlo. Pero no se debe provocar un efecto contagio que provoque una caída de otros sectores más allá de lo razonablemente lógico y previsible. No es la primera vez que Balears vive un verano turísticamente flojo. Tenemos una larga experiencia de temporadas buenas, malas y regulares. Siempre ha sido así. Y siempre las Islas han sabido salir adelante, con unos balances muy por encima de otros destinos turísticos. Quienes prefieren ver únicamente las lecturas negativas, con evidente intencionalidad política, sólo dañarán aún más nuestra economía. No se trata de edulcorar la realidad. Los problemas ahí están y no se pueden ocultar, pero no hay que dramatizar. Vendrán años mejores si toda la sociedad "políticos y empresarios incluidos" actúa con seny.

Doce meses atrás, cuando Balears vivía una de las temporadas turísticas más espléndidas, fueron bastantes los que clamaron para que estas islas moderaran la llegada de turistas y se primara la calidad del turismo sobre la cantidad. Se notaba en playas, carreteras y lugares turísticos un agobio que perjudicaba a todos. Este verano, por múltiples razones "muchas de ellas ajenas a estas islas", las circunstancias son otras. Pero sería fatal que llevados del pánico se perdiese el rumbo. Hay que seguir apostando por la calidad, pero con la suficiente habilidad para no desdeñar el turismo masivo. Y menos demonizarlo. La gran baza de Balears ha sido ofrecer una muy aceptable relación calidad-precio, que hay que mantener con el esfuerzo de todos.