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No será fácil resolver el grave problema del transporte público en estas Islas. Los datos aportados esta semana por el Govern revelan que 95 de cada cien trayectos realizados por ciudadanos baleares se hacen a bordo de un vehículo particular. Basta para comprobarlo subir a cualquier autobús: sólo los ocupan algunos adolescentes, personas mayores, turistas e inmigrantes que todavía no pueden costearse un coche. ¿La razón? Hay que distinguir, obviamente entre transporte urbano y transporte interurbano. En el primer caso, y pese a la renovación de la flota de la EMT, siguen detectándose deficiencias: muchas veces la parada queda lejos de casa; es casi imposible viajar sentado "hay poquísimos asientos", los horarios no son siempre los más adecuados, los autobuses se llenan en las horas punta...

Por lo que respecta a los autocares de la Part Forana, la red de itinerarios no permite una auténtica comunicación ni siquiera entre los principales núcleos urbanos de la Isla, a excepción de Palma, que sí está comunicada con los pueblos más importantes y los situados en las carreteras más transitadas, aunque son mejorables los horarios.

Por ahora el Govern se ha marcado varios objetivos y ha empezado a cumplir algunos. Las ideas concebidas por el equipo de Francesc Antich son buenas, pues plantean la necesidad de potenciar las combinaciones de trenes y autobuses para desplazarse por la Isla, unificando también el billete. Un buen planteamiento siempre que se parta de la base de que el ciudadano, primero, ha de llegar hasta la estación del tren de salida y, una vez llegado a la estación más próxima a su punto de destino, deberá también poder moverse en transporte público para completar el trayecto. ¿Será ello posible? Es realmente difícil.