El numeroso grupo de bailarinas posa con sus profesoras, antes de comenzar la función, intentanto combatir los nervios. Foto: JAUME MOREY

TW
0

Han sido nueve meses dedicados al esfuerzo, a la ilusión y a avanzar día a día con breves y firmes pasos. Desde el otoño pasado, cientos de niños y jóvenes de nuestra Isla han recorrido despacio, con paciencia y mucho tesón los peldaños que les iban llevando a dominar un arte, el de la danza, que resulta tan hermoso y cautivador como difícil. Son muchas las variantes y enorme el campo para escoger uno u otro estilo. Ahora, con el inicio del verano, las aulas cierran sus puertas y es el momento de decir adiós a un curso y empezar a pensar en el siguiente. Con este objetivo, el Teatre Municipal de Palma acoge desde ayer las Diades de Dansa que permitirán a cuatro escuelas mostrar los avances experimentados por sus alumnos a lo largo del curso.

Son citas para los familiares y amigos de esos niños y jóvenes, pero también para cualquier aficionado al noble arte de convertir el cuerpo en movimiento y el movimiento en belleza. Un arte que ayer mostraron sobre el escenario los alumnos de Rita Liébana y de Mari Carmen Piñedo, de los gimnasios Dochan y Chong-Ma, respectivamente.

Hoy lo harán, también en el Teatre Municipal y a las ocho y media, los alumnos de Mari Carmen García y mañana, los de Olga Zamora. Los ritmos más variados y desenfadados se adueñaron del escenario y entre aplausos y gritos del público animando a las bailarinas, más de medio centenar de alumnos mostraron su desparpajo a la hora de interpretar la música con el cuerpo.

La velada comenzó con dos números basados en movimientos aeróbicos a ritmo discotequero, para continuar con una desenfadada coreografía de estética vaquera y siguió con la gracia que pusieron sobre las tablas cuatro pequeñas danzando una melodía tropical ataviadas a la más puro estilo hawaiano. Cinco jóvenes cautivaron después al público con sus sensuales movimientos extraídos de las danzas orientales, ataviadas con atrevidos trajes de estampado africano. Hubo también una elegante coreografía en blanco y negro, un número basado en el clásico can-can parisino de principios de siglo y hasta un divertido esketch cómico a ritmo de salsa.