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José Luis de Vilallonga, que como les conté llegó a Mallorca el pasado miércoles, pasa gran parte del tiempo en compañía de Fabrizzio y de Cristina, la novia de éste, en avanzado estado de buena esperanza. Al escritor se le ve muy bien, en buena forma, alto, estilizado, elegante "incluso en bermudas, como el miércoles, cuando almorzó paella con la novia de su hijo en la terraza, frente al hotel", preservando su ojos del sol tras oscuras gafas. Nadie diría que es octogenario... Que ya quisiera yo llevar los ochenta así de bien... si es que llego.

Y si el miércoles "el día después de su llegada" José Luis, como hemos dicho, almorzó con Cristina frente al mar, mientras que Fabrizzio "seguramente" permanecía ante el televisor viendo el Sudáfrica-España, al día siguiente Fabrizzio vio el partido del mediodía mientras que su compañera almorzaba sola, pues José Luis había ido a pasar el día fuera.

Sobre las cinco de la tarde, Cristina y Fabrizzio, en coche, se acercaron al pueblo y, una vez en él, se dirigieron a la plaza donde les aguardaba José Luis, que en lo que Fabrizzio buscaba aparcamiento tomó del brazo a Cristina y, caminando, se acercaron a una terraza a tomar un refresco. A poco se les unió Fabrizzio. Sentados allí, permanecieron los tres por espacio de una hora, ajenos a nuestra presencia, para, de nuevo en coche, regresar a la playa.

Si a José Luis se le ve muy bien, lo mismo podemos decir de la pareja, que de la forma más discreta aguarda el día en que nacerá el niño que convertirá en abuela a Siliane, quien si ya es amiga de su hijo es porque Cristina ha tenido que ver bastante en ello, ya que, según nos ha contado un amigo de ella, es la que más ha animado a éste a que fume la pipa de la paz con su madre, a quien no vimos esa tarde, lo cual tampoco nos sorprende ya que ¿qué pintaría ella en aquella reunión de hijo, novia y ex marido que terminó en compras y paseo?