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Iba a hablarles hoy de Joaquín J. Martínez, quien mañana celebrará su primer año de libertad, pero como resulta que llegó María Magdalena Obrador de Tanzania, dejo a Joe Martínez para mañana y me centro en Magda, que llega bellísima, peinada a lo afro, con esa red de trencitas que sólo los africanos saben tejer.

A Magdalena la dejamos, como quien dice, en el campo de leprosos de las afueras de Kigoma, pues al día siguiente, muy temprano, iba a acompañar al embajador de España en aquel país, José María Castro Viejo a Gombe, una región plagada de chimpancés, y nosotros regresábamos a Bujumbura. Dos semanas después "ayer" nos la encontramos en Palma dispuesta a pasar unas vacaciones para regresar de nuevo a Àfrica y seguir trabajando en favor de los niños de la calle a través de Veïns sense Fronteres.

La otra vez me quedé con ganas de preguntar a Magdalena si al igual que leprosos, seguía habiendo subastas de esclavos en Tanzania, pues un negro me contó que en unos poblados algo alejados de Kigoma se solía vender a árabes. «No tengo ni idea. Lo único que sé es que en Dar es Salam existe todavía un lugar llamado Bagamoyo, que es donde se hacían esas subastas. Pero hace mucho de ello». Magdalena se desenvuelve bien en swahili, lengua que ha aprendido en la calle, «un poco cada día», y que para su trabajo le viene muy bien. ¿Problemas de acoso por ser blanca en un mundo de negros? Sólo en una ocasión. «Fue un día en que nos bañábamos con nuestros niños. De pronto, llegaron unos jóvenes de unos 20 años que quisieron... ¿cómo te lo díría...?

"¿Meteros mano...?
"Digamos, mejor, jugar con nosotras. Pero nuestros niños no lo permitieron saliendo en defensa nuestra.
"Por cierto, ¿por qué no se bañan en el río, o en el lago, las mujeres negras?
"No lo he averiguado todavía. Los hombres dícen que es por cuestiones de cultura.