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Brazos arriba, bien arriba, con las manos estiradas y apuntando alto. Cuerpo recto, piernas también rectas. El único soporte, una barra de madera y mucha ilusión. La bailarina Carmen Roche ofreció ayer una clase magistral en el Conservatori para celebrar el Día Internacional de la Danza. Piernas flexionadas, cuerpo arqueado pero siempre, siempre recto. Roche ofreció a los alumnos todo su saber acumulado a lo largo de los años mediante explicaciones teóricas y prácticas.

Medio centenar de estudiantes de grado medio del centro pudieron disfrutar de la clase. En ella, Roche mostró sus técnicas y sus trucos, que fueron escuchados y retenidos por sus jóvenes discípulos. La lección empezó a las 11.30 de la mañana y se prolongó por espacio de dos horas. Poco tiempo para mostrar un arte aprendido durante años y años de dedicación, pero suficiente para recordar la clase como algo único, irrepetible, mágico.

Roche empezó su carrera profesional en el mundo de la danza cuando contaba sólo con 13 años. Se inició a lo grande, actuando con el ballet de Antonio. Dos años más tarde se incorporó al Ballet Siglo XX de Maurice Béjart, en el que protagonizó piezas como «Petruska». En el Conservatori, no buscó un único personaje, sino la base para poder desarrollar cualquier papel, ya sea un cisne como una muñeca rusa.

A la salida, muchos jóvenes comentaron entre ellos la dificultad de lograr entrar en el mundo de la danza. Esta especialidad cuenta con pocos alumnos en el Conservatori y, casi todos son mujeres. Echando una ojeada rápida a los participantes en la clase magistral, la falta de bailarines masculinos quedó patente. En un futuro no muy lejano puede suponer un grave problema, un problema que, ayer, se mostró de la mejor manera: bailando.