Los más pequeños encontraron todo tipo de juegos.

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Posiblemente haya sido el Diumenge de l'Àngel más flojo desde que los políticos suelen hacer acto de presencia en él. Y es que la lluvia de la noche anterior a más de uno le hizo pensar que al día siguiente seguiría lloviendo, por lo que, si había previsto ir a Bellver, cambió de planes. Así, de las 20.000 personas que se esperaban en el castillo, sólo subieron unas 3.000 y la fiesta quedó deslucida por completo.

Ni la chocolatada con ensaimadas servida en Cort, ni la ascensión al castillo, a pie, desde el Ajuntament fueron ya tan tumultuosas como las de anteriores Diumenges de l'Àngel. Y no mejoró la asistencia durante todo el día. La lluvia, ya decimos. Y también porque la filosofía del pancaritat de hoy nada tiene que ver con la del de antaño, cuando los jóvenes, y no tan jóvenes, casi todos a pie subían al castillo para pasar el día, comer las últimas empanadas, jugar a conillons, etc. Eran, ¿cómo lo diría?, jornadas más espontáneas y menos preparadas que las de hoy "este año han intervenido en su organización Ajuntament, Federació d'Associacions de Veïns de Palma y Consell", en las que los políticos juegan su papel, unos saliendo a pie desde la plaza del Ajuntament, otros llegándose en coche hasta la falda de Bellver, y otros ascendiendo a la cima en automóvil para encontrarse todos en ella.

De todos modos, lo programado, a saber: partidas rápidas de ajedrez, fiesta infantil, ball de bot, concierto de habaneras y de bandas de música (S'Almudaina y Camp Rodó), diada castellera, ballada popular y el tradicional paseo del ángel, que se llevó a cabo con bastante retraso. Pese a no ser numeroso, el público asistente se lo pasó bien.