Juan José Santos de 48 años, es uno de los usuarios. Hace más de 20 años que es paranoico.

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Las nominaciones a los Oscar se han rendido a sus pies. Contar con uno de los mejores intérpretes del momento, Russell Crowe, y relatar de forma magistral la biografía del matemático, genio y... esquizofrénico John Nash ha sido su tarjeta de presentación. Pero el verdadero secreto de «Una mente maravillosa», la película estadounidense más taquillera del momento, ha sido acercar a la sociedad la realidad que padecen muchos enfermos mentales y reflejar que enfermo no es sinónimo de loco.

¿Quién dijo locos? La falta de información sobre los trastornos de la mente provoca una creencia errónea acerca de estos enfermos. En Mallorca hay muchas personas que padecen alguna enfermedad mental. La Asociación de Salud Mental Gira-sol trabaja día a día para concienciar a la población de que nadie está libre de sufrir cualquier trastorno de este tipo. Los usuarios son personas afectadas por trastornos mentales severos que alteran o deterioran el pensamiento, los sentimientos, los estados de ánimo y las relaciones con otras personas. El resultado es una incapacidad más o menos grave del paciente para afrontar las situaciones cotidianas. Para ayudar a una mayor adaptación, Gira-sol pone en marcha distintos talleres de sexualidad, manualidades y escenificación.

Juan José Santos, de 48 años, es uno de los usuarios. Hace más de veinte años que es paranoico. «Me he acostumbrado a vivir con mi enfermedad crónica. La medicación no me cura, pero me hace sentirme más integrado». Juan José reconoce ser un miedoso de la sociedad, porque esta le repudia y le tacha de loco. A Mercedes Mir le diagnosticaron con tan sólo 18 años una depresión que poco a poco se ha convertido en un trastorno psicótico. Ahora, a sus 33 años, intenta llevar una vida normal, pero sus continuas crisis se lo impiden. Ella, al igual que muchos de sus compañeros, reclama una paga del Gobierno por incapacidad mental, o un trabajo controlado.

Paco Gómez, de 33 años, era militar profesional cuando su mente le jugó una mala pasada. Reivindica una política sociosanitaria, que favorezca la inserción de estos enfermos en la vida normal, aunque reconoce que a la sociedad hay que ganársela «poco a poco».