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«Ya es hora de impulsar nuestra autoestima y eliminar definitivamente el autoodio». Esta complicada frase fue pronunciada por el president del Govern, Francesc Antich, el pasado 1 de marzo, en la entrega de las Medalles d'Or de la Comunitat. Nueve meses después, el president no sólo ha conseguido superar ampliamente la fase de autoodio, sino que ya se encuentra directamente en la de autocomplacencia, estadio superior al de la propia autoestima. Antich obvió la crisis urbanística del Pacte con unos "UM" y con otros "Els Verds" y no dijo ni media palabra del dimicese del conseller Josep Antoni Ferrer, ni siquiera para elogiar el trabajo de su sustituto en el cargo.

Y si no lo hizo es porque es consciente de que hoy le tocará hablar de todo eso y de mucho más. Y no sólo porque el PP sacará a relucirlo, sino porque corre el riesgo de que algún socio del Pacte también lo haga. Desde ese punto de vista, el president dejó a un lado la autocrítica, pero actuó con previsión. Aunque el discurso de Antich respondía al título «Debate sobre la orientación política general del Govern», el president dejó a un lado las generalidades y optó directamente por la concreción. La mitad de su hora y medio de intervención la destinó a desgranar todas y cada una de las realizaciones de sus conselleries.

Frente a las críticas de inoperancia y de inactividad gubernamental repetidas machaconamente por la oposición, Antich apostó por la fuerza de las realizaciones. Sin embargo, tal listado acabó con la paciencia de más de un diputado debido al tono monocorde y a la ausencia total de inflexiones en la voz con las que el presidente salmodió su discurso. Hoy es su día porque, si en algo gana Antich, es en las réplicas.

Antich lanzó guiños a diestro, Maria Antònia Munar, y siniestro, Joan Buades; pero a fuerza de contentar a unos y otros parte de sus reflexiones de ayer cayeron en ambigüedades, como a la hora de explicar la política territorial o la de inmigración.