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Todas las miradas estaban puestas ayer en la reapertura de Wall Street. La Bolsa neoyorquina había permanecido cerrada desde el 11 de septiembre, fecha que ya es conocida como el «martes negro», y todos los mercados de valores del mundo estaban expectantes. De hecho, las incertidumbres habían hecho caer a las Bolsas orientales, especialmente la de Japón. Sin embargo, las medidas adoptadas por las autoridades monetarias, la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo, recortando los tipos de interés, hicieron que las pérdidas iniciales del Dow Jones, al comienzo de la sesión, se fueran recuperando, aunque finalmente se produjo un desplome histórico, pero dentro de los límites previsibles, en tanto que las Bolsas europeas registraron subidas importantes.

Pese a que la medida de la rebaja de los tipos ya se había anunciado, fue determinante para que no cundiera el pánico en el parqué estadounidense y se produjera una caída en picado aún más grave.

Donde más se notaron los efectos del atentado terrorista fue en los valores de las compañías aéreas norteamericanas, fuertemente afectadas por el cierre total del espacio aéreo y la suspensión de todos los vuelos nacionales e internacionales con aquel país tras el ataque.

Pese a la atenuada caída de Wall Street, habrá que ver cómo evoluciona la economía occidental y la estadounidense en los próximos días y cómo reaccionan los mercados sin la intervención de las autoridades monetarias. Nadie niega que nos encontramos en una situación de enfriamiento económico, que estamos a las puertas de una intervención armada de EE UU y que la política internacional también sufre una importante crisis. Todo esto, sin duda, son factores a tener muy en cuenta en el desarrollo de la economía global a corto y medio plazo.