Las «golondrinas» sufren esta temporada una menor afluencia de pasajeros. FOTO: G. ALOMAR

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Frente al Auditòrium se encuentra el Moll de Trànsit Local, donde amarra la flota de golondrinas con base en Palma. Embarcaciones variopintas que van de las clásicas barcas de madera de los años 60 a los modernos catamaranes de fibra o aluminio. Una oferta diversificada que también se da en los demás puertos de Mallorca, en verano más animados debido a la mayor afluencia del turismo de sol y playa, frente al entorno urbano, más atractivo en primavera o en otoño y abocado a la tercera edad en invierno.

Una flota compuesta por alrededor de 70 embarcaciones, pertenecientes a cuarenta empresas, surcan a diario el litoral mallorquín. Desde Palma Nova o Magaluf es habitual por estas fechas ver salir las embarcaciones casi al completo, en torno a las costas de Calvià y Andratx, mientras en Palma se vive «en temporada baja».

El perfil del usuario, que paga entre las 1.200 y las 4.950 pesetas, según trayecto y si va con comida incluida o no, es muy heterogéneo, pero varía según la estación del año y también de los itinerarios establecidos. Frente al predominio del cliente extranjero en las excursiones marítimas playeras, destaca el mayor interés demostrado por el pasajero mallorquín en rutas de interés paisajístico y ecológico, como la Costa Nord, con sus grutas y agrestes acantilados entre Sóller y Formentor; el Parque Natural de Cabrera o sa Dragonera, que permite paseos por sus tortuosos senderos que recorren su litoral. Asimismo, se puede optar entre el viaje tranquilo y relajante con guía por megafonía como el que ofrece la vuelta al puerto, a la marcha nocturna y discotequera hasta altas horas de la madrugada por aguas de la bahía. Una flota para todos los gustos en cuyas navegaciones se puede invertir desde una hora a todo un día.

Buena parte del turismo de golondrina procede de paquetes organizados por los touroperadores. En tal caso, los pasajeros son trasladados desde el hotel al embarcadero, en un servicio que incluye autocar, barco y tren (como en el caso de Sóller, que aglutina el mayor movimiento de la Isla, merced a las excursiones a sa Calobra). La navegación en golondrina permite también contemplar una perspectiva costera de Mallorca desconocida desde tierra y descubrir las últimas calas salvajes, libres de construcciones, cuyos accesos a través de caminos pedregosos generalmente son difíciles. Paseos por el mar que también posibilitan comparar la diferencia entre las zonas víctimas de la masificacion urbanística y las que por fortuna, todavía conservan su belleza original.