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La iglesia de San Nicolás acogió ayer la primera boda ortodoxa que se celebraba en Mallorca. A las once y media del mediodía daba comienzo la ceremonia en un templo sobrio pero con gusto. Dos grandes centros de orquídeas blancas presidían el altar mayor. Los novios, un mallorquín, Gregorio, con chaqué negro y Natalia, una joven rusa que vestía el blanco tradicional. El enlace fue oficiado por el Archimandrita Macariy, y en cuanto a los invitados, los imprescindibles: los padrinos y familiares más allegados.

Poco antes de comenzar se repartieron unos libritos donde figuraban los detalles de este ritual ortodoxo, y además, el Archimandrita explicó a todos los asistentes lo que iba sucediendo con el objetivo de participar en el enlace. La boda comenzó con «El oficio de los esponsales», en el que los dos contrayentes se sitúan en el umbral de las puertas delanteras. Allí, después de que la novia se despide de su padrino, los novios se prometen fidelidad e intercambian los anillos.

A continuación, el sacerdote hace la señal de la cruz tres veces sobre su cabeza y les entrega unas velas encendidas. Como símbolo de la unión, los novios se entrelazan las manos y comienza el «Oficio de la coronación», en el que se hace una imposición de coronas sobre los contrayentes. Después, toman la copa común y comienza la procesión alrededor del altar tres veces. Por último, el Archimandrita imparte a los recién casados la bendición final.