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JUAN MIGUEL LÓPEZ
Como si de una condena se tratara, los inmigrantes «sin papeles» cumplieron el pasado lunes treinta días de enclaustro entre los muros de la parroquia de La Encarnación. La protesta comenzó el 25 de mayo cuando decidieron iniciar un encierro indefinido en favor de la regularización de todos los inmigrantes de Balears. Un mes y seis días de encierro y reivindicación, al día de hoy, que ha alcanzado, tras la promesa de regularización de 10.000 inmigrantes en las Islas y, sobre todo, después del rotundo fracaso de la manifestación en contra de la Ley de Extranjería, su momento más aciago.

Los ánimos están bajos en La Encarnación. A simple vista, los enclaustrados parecen más organizados, unidos y concienciados en la aplicación de su protesta. Pero a la vez, el desánimo y el cansancio acumulado hacen mella en sus rostros. En el salón donde se reúnen, viven y duermen muestra limpieza y un relativo orden dentro del mayúsculo desorden que inevitablemente genera el encierro de 28 personas en una habitación durante más de un mes. Los recortes de prensa amontonados en una caja de cartón lista para ser tirada dejan entrever el desinterés y la desconfianza en lo que se publica en la prensa. La concurrencia de organizaciones y curiosos que existía días atrás ha sido sustituida por la indiferencia de los transeúntes.

Ni siquiera la Cruz Roja mantiene el apoyo del principio, cuando suministraba comida caliente diaria a los encerrados. Su solidaridad ha sido reducida a la entrega de alimentos en especias, que igualmente son bien recibidos y agradecidos por los inmigrantes. Pero sobre todo el olvido y el abandono que han sufrido de organizaciones tanto sindicales como sociales, como los propios inmigrantes reconocen, ha sido lo que mayor daño ha causado entre los enclaustrados de La Encarnación. Y a pesar de todo ello, el portavoz de los «sin papeles», John Sabogal, resume con claridad de ideas, aunque con la voz fatigada, los motivos de la prolongación de la protesta: «Está muy claro, llevamos más de un mes y aún no hemos tenido ni una sola reunión con la Delegación de Gobierno. La regularización de inmigrantes en las Islas y la apertura de las oficinas por el Govern han sido dos éxitos que valoramos y que consideramos como positivos. Pero la decisión de nuestra protesta es firme. No podemos comprender cómo la Delegación de Gobierno no se ha dignado a recibirnos».

Llegado este punto, los caminos hacia su objetivo se reducen, y los inmigrantes encerrados lo saben, como reconoce el propio Sabogal. Por ello han decidido endurecer su protesta. Algunas voces dentro de la iglesia apuestan por una huelga de hambre "una opción que aún es una propuesta", y otras insisten en la necesidad de continuar con las movilizaciones en la calle. Mientras toman una decisión entre asamblea y asamblea, una fecha en el horizonte les anima a seguir en la lucha: el 23 de julio. Día en el que entra en vigor el reglamento de la Ley de Extranjería que desarrolla el artículo 31.4, en relación a las razones humanitarias y de arraigo para conceder los permisos de trabajo y residencia. «Queremos conocer el 'arco iris' de las razones humanitarias para tomar una decisión, aunque insistimos en que para llegar a abandonar la iglesia lo más efectivo es mantener una reunión con la delegada de Gobierno y dependiendo de los acuerdos que se adopten, daremos por finalizado el encierro».