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Hace dos años, cuando hicimos el descubrimiento sobre la pequeña colina del polígono de Sant Valentí, a la vera de la Vía de Cintura, había sólo dos tiendas de campaña. Hoy ya son dieciséis. Al menos a la vista. Mañana seguramente serán más, y pronto formarán una colonia. Las habitan africanos, que dicen que los blancos no les alquilan casas y no tienen más remedio que vivir así.

En el solar que hay frente a GESA, convertido en párking gratuito, nos encontramos con dos tiendas más. Una más alta que la otra. Una azul y otra verde. En ellas viven hispanos. Están ahí desde hace poco. Durante el día están cerradas, por tanto, deshabitadas.

En la entrada del solar hay un coche de color oscuro, abandonado, aunque por las noches está ocupado por dos personas, al parecer inmigrantes, que pernoctan en él. Vamos a ver cuánto tiempo transcurre para que el solar se llene de pernoctas bajo una lona o en otro coche que abandonen.

Pero en ese lugar, de noche, los pernoctas no están solos. Basta con echar un vistazo a los pies de la pared del fondo y contar los preservativos que hay. Y es que el lugar, en los últimos tiempos, se ha convertido en escenario tanto para las profesionales que operan en Joan Margall, como para quienes se les presenta una oportunidad en un momento determinado.