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JUAN MIGUEL LÓPEZ
Las colas se eternizan en la oficina de Extranjería. En el día de ayer los inmigrantes 'sin papeles' que se concentraron en la calle Tous i Maroto para tramitar la regularización de sus permisos de residencia y trabajo, al igual que en días anteriores, llegaron a ser en torno a los cuatrocientos. La gran mayoría de ellos se presentó a altas horas de la madrugada para coger número, y las primeras ya se encontraban a las ocho de la tarde del domingo. Una espera, en muchos casos infructuosa, ya que aproximadamente la mitad de las personas que se concentran en la oficina de Extranjería se queda sin número para tramitar su documentación ya a las diez y cuarto de la mañana.

Los números sólo sirven en el día en el que son entregados, por lo que los inmigrantes que no consiguen alcanzar los tíckets de las diferentes mesas ven como han perdido el tiempo y «lo más importante, un día de trabajo que no cobramos», como así reconocía ayer frustrado uno de los integrantes de la cola. La historia se repite cada día. A las ocho y media de la tarde abre la oficina y se inicia el nerviosismo entre los congregados. Un excitación que, como la policía reconoce, rara vez no produce algún pequeño altercado.

Ayer, a las diez de la mañana se habían agotado los números de las mesas más solicitadas. La mesa uno y dos, dedicadas a las solicitudes de permisos de trabajo y otras autorizaciones laborales; y la mesa cuatro, que informa sobre la documentación a presentar. Sólo la mesa tres, que atiende a los trabajadores de los países comunitarios, repartía números para seguir atendiendo tramitaciones. Asimismo la picaresca comienza a introducirse también en la cola. Según informaron muchos de los inmigrantes que se encontraban ayer en Extranjería, algunos individuos pasan el inicio de la madrugada en la cola para coger un sitio que posteriormente venden por 10.000 pesetas.

Igualmente, como informó una joven colombiana que no quiso identificarse, algunas gestorías ofrecen matrimonios de conveniencia que facilitan los permisos de residencia por 500.000 pesetas. Unos servicios que se han llegado a proponer incluso en las inmediaciones de la sede del organismo estatal.

Los inmigrantes congregados en la cola observan desilusionados la situación. Los que se concentran desde muy temprano, tienen que pasar la noche en la calle, sobre cartones o cojines improvisados. Todos protestan por la tardía de la burocracia y por la confusión que crean las ventanillas de la oficina de Extranjería para dificultar el proceso. Stoyn, un búlgaro que lleva en España un año y medio señala a este periódico que en su país ha tenido que esperar muchas veces en la cola, pero «nunca tuve que pasar una noche entera en la calle».