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Ha empezado a funcionar la nueva estación de autobuses de Palma y ya han surgido las primeras críticas. Se trata de un proyecto necesario, pendiente durante demasiados años, que ahora se hace realidad "en espera de que en un futuro se ponga en marcha un plan mucho más ambicioso para soterrar las instalaciones bajo la Plaça d'Espanya" con algunas carencias y problemas de cierto calado.

Desde luego hay que felicitarse porque por fin tenemos en Palma una estación de autobuses largamente esperada, que viene a sustituir unas instalaciones tercermundistas que proyectaban una imagen deplorable.

Sin embargo, hay que lamentar algunas insuficiencias. La más importante es si es ésta la estación de autobuses que se merece y necesita Palma. Pero una vez que se decidió que ésta era la única opción viable en estos momentos, no se comprende que pese a los años transcurridos desde que se iniciaran las obras del Parc de ses Estacions, inaugurado hace dos años, todavía no esté ultimada la rehabilitación del edificio principal de la nueva estación de autobuses. Pero ésta es una cuestión solucionable, lo que de momento no tiene arreglo es el alejamiento de la nueva terminal del centro de la ciudad. Se ha perdido una situación privilegiada, en la céntrica Plaça d'Espanya, a cambio de una ubicación, en la calle Eusebi Estada, junto al puente del tren, que no es, ciertamente, la ideal; y que ha provocado el despiste de los usuarios, sobre todo turistas, que desconocían el cambio.

También hay que añadir los problemas de tráfico que origina la salida de numerosos autocares desde el nuevo recinto, que llegan a colapsar la calle. La imposibilidad de atravesar las vías del tren obliga a los conductores a llegar hasta el Polígon de Son Castelló para tomar allí su rumbo hacia los pueblos de la part forana, lo que alarga el trayecto. Son temas que, por fortuna, ya se están estudiando desde las diferentes autoridades implicadas y pronto se les intentará dar solución.