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Sus ojos reflejan el peso de los años y la intensidad de las experiencias vividas. Su cara es el mapa de las desgracias vividas por la India, y pese a todo, su rostro desprende esperanza y se torna en apacible cuando se dirige a su interlocutor. Vicenç Ferrer visita estos días Palma y Eivissa para conseguir la ayuda económica y la solaridad de las instituciones y los ciudadanos de las Islas. Una colaboración que pide al mundo desarrollado para el macroproyecto que la Fundación Vicente Ferrer tiene en el distrito de Anantapur, en el estado indio de Andhra Pradesh. Una ayuda vital para los intocables "dálits" del país hindú.

"Usted ha venido a Palma a solicitar la ayuda de las instituciones, pero supongo que espera la solidaridad del pueblo de Balears.
"Toda la ayuda es importante, pero debemos tener claro que lo principal es el pueblo. Hay que sensibilizar a la población española, canalizar su solidaridad y cooperar en la promoción de unas condiciones de vida dignas.

"¿En qué radica la importancia de su nuevo proyecto en Anantapur?
"Es un hecho que para conseguir el desarrollo integral de un pueblo hay que mejorar las expectativas y la calidad de vida de la población. Es una condición indispensable. Si tú no tienes los mínimos materiales para la vida, eres como una planta que no puede crecer, que no tiene alimentos y que, por tanto, está condenada a morir y por eso lo que hay que hacer en todos los programas es conseguir que todos los proyectos tengan las condiciones mínimas.

"Su trabajo se realiza desde la espiritualidad del misionero. ¿Cómo se desarrolla en un país tan espiritual como la India?
"Estas palabras lo resumen. Todo es sagrado en la India. Allí todo el mundo habla de Dios como si fuera una cosa ordinaria. Aquí no es así. En el primer mundo es como si se estuviera cometiendo un crimen. La concepción es que Dios está en todas partes.