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Mucho han cambiado las cosas y la política desde aquellos días en que todo un Felipe González, ex presidente y ex secretario general del PSOE, mostraba al mundo entero su solidaridad con quienes un día fueron sus manos derechas, el ex ministro de Interior José Barrionuevo y el ex director de Seguridad, Rafael Vera. En esos tiempos la noticia del encarcelamiento de dos ex altísimos cargos del Gobierno, de la máxima confianza del ex presidente, era una bomba, y aunque muchos "sobre todo los afectados" esperaron que el mismísimo González asumiera como suya la responsabilidad de los crímenes que se les imputaban, la espera fue en vano.

Así que ambos fueron a dar con sus huesos en la cárcel y poco después "mil y una veces proclamaron a los cuatro vientos su inocencia" un milagroso indulto proveniente del Gobierno conservador de José María Aznar les devolvía la libertad. Pero, ay, las cosas de la Justicia van despacio y ahora el rocambolesco caso de Segundo Marey "un pobre hombre que fue secuestrado por los GAL por error y todavía no puede conciliar el sueño con tranquilidad" ordena que los culpables regresen a las celdas.

Pasados ya aquellos días de euforia por parte de unos y satanización por parte de otros, ha llegado un tiempo en que la mayor parte de la ciudadanía reclama justicia, equidad, igualdad en el trato a unos y otros. Por eso hoy se asiste con sorpresa a la nueva excarcelación de los dos reos, que sólo han pasado por la cárcel "la que ellos han elegido, además" para firmar unos papeles. Porque suena a privilegios más propios del medievo y porque nadie quiere en un país democrático y moderno que el pobre se pudra entre rejas mientras el rico y el poderoso, aunque estén condenados, entren por una puerta y salgan por la otra.