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Hasta hace apenas unas pocas semanas, los analistas norteamericanos se preguntaban si la economía del país marchaba hacia una etapa de recesión. Ahora empiezan a tener claro que ya han entrado en ella. Cifras cantan. Las Bolsas estadounidenses han perdido en los últimos nueve meses nada menos que 5'2 billones de dólares, lo que al cambio serían cerca de 978 billones de pesetas. Si a ello le añadimos que el paro ha aumentado en algo más de medio millón de trabajadores, tan sólo en los últimos cuatro meses, hablar ya de crisis es prácticamente obligado. Tras una década de crecimiento ininterrumpido "y a todas luces exagerado, como venían anunciando los expertos" nos encontramos ahora con una caída de ocho puntos en dicho crecimiento, en tan sólo un año, lo que nos enfrenta de nuevo a un dato no menos alarmante. La cuestión económica se sitúa hoy en USA en primer plano de la información, con el consiguiente nerviosismo que ello acostumbra a generar y que tan nefastas consecuencias suele acarrear. Especialmente entre los pequeños inversores "más de la mitad de los norteamericanos tienen dinero invertido en bolsa" que ven como sus ahorros se volatilizan sin remedio. Como es natural, el resto de las economías mundiales empieza a resentirse. Si antes se decía que cuando los Estados Unidos se constipaban, Europa estornudaba, imaginémonos lo que puede ocurrir en estos tiempos de mundialización y economía global. Un contagio total de la enfermedad, o al menos ése es el riesgo que se corre. De hecho, en determinados sectores han empezado a advertirse los primeros síntomas. Miremos, por ejemplo, hacia esas empresas de telecomunicaciones y electrónicas, hasta hace poco ejemplo de prosperidad y desarrollo, y hoy inmersas en unos «ajustes» "por llamarlos de algún modo" realmente estremecedores. Reducción drástica en el gasto, despido de trabajadores, estancamiento de la inversión. Ése es el panorama que les espera. Algo que debería llevarnos a la reflexión en torno a las supuestas excelencias de la denominada «nueva economía» que, como se ve, está sometida a los mismos problemas que la antigua, sólo que acrecentados por un recalentamiento general determinado por un crecimiento desmesurado.