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Tras meses de debate, de opiniones encontradas y de una negociación que acabó como el rosario de la aurora, el Parlament aprobó ayer la más polémica decisión del Pacte que nos gobierna: la ecotasa. Aunque otras autonomías se interesan por la iniciativa de los progresistas baleares, aquí no ha sentado demasiado bien al sector empresarial, especialmente al hotelero, que se ve a sí mismo como la víctima propiciatoria.

En lo único que están de acuerdo Govern y los hoteleros es en la necesidad de contar con un fondo económico para proyectos medioambientales. Lo lamentable es que no se haya podido consensuar un método recaudatorio adecuado. La idea de cobrar un impuesto a cada turista que llegue a las Islas es acertada. Pero el proyecto aprobado ayer sólo permite que paguen quienes se hospedan en hoteles, con lo que cerca de tres millones de turistas se libran de la ecotasa. Y además, convierte a los hoteleros en recaudadores de impuestos.

En el fondo, lo que subyace es que Balears sufre las consecuencias de una deficiente financiación autonómica. Ante la falta de recursos económicos, que desde Madrid se nos vienen negando, hay que recurrir a nuevas fórmulas impositivas para llevar a cabo las políticas medioambientales que Balears necesita. La ecotasa ha sido el polémico invento. Ya está aprobado, aunque con escasas posibilidades de ser aplicado por ahora si el Gobierno central recurre el impuesto.

Mientras tanto, el Pacte de Progrés se siente satisfecho al haber logrado uno de sus objetivos programáticos y haber demostrado quién gobierna en esta Comunitat. Al otro lado del cuadrilátero quedan los hoteleros, a los que se ha querido demonizar y se les ha acusado de insolidarios. Es cierto que los hoteleros han cometido errores en el pasado, pero es injusto culparles sólo a ellos de todos los males. Balears debe aprender de sus errores y emprender un nuevo camino, pero debe recorrerlo sin enfrentamientos. Tener a todo un sector en contra no es lo más recomendable.