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Con un considerable retraso, el Consejo de Ministros de ayer aprobó al fin el Plan Hidrológico para Balears, que implica una inyección de inversiones a lo largo de veinte años, empezando en 1996 "un poco tarde, ¿no?" y prolongándose hasta 2016, y que pretende hacer más racional el uso del agua en estos territorios insulares donde tanto escasea. Pese a la tardanza "hace más de dos años que fue aprobado por el Consejo Balear del Agua", lo cierto es que un montante de casi 99.000 millones de pesetas no es nada despreciable, aun cuando haya que repartirlos en dos décadas. De hecho, el problema del agua en nuestras Islas es ya algo secular y que nadie parecía capaz de resolver, así que un plan que pretende eso, solucionar de una vez por todas uno de nuestros más acuciantes problemas, debe ser siempre bienvenido.

Sin embargo, la decisión tomada ayer por el Consejo de Ministros viene a significar algo más. Como siempre ocurre en política, las cosas no suceden porque sí en un momento determinado. Podemos, pues, deducir, que el gesto del Gobierno viene a ser una palmadita en la espalda de parte del presidente Aznar al ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, autor y artífice en sus tiempos de presidente del Govern del plan ahora aprobado en Madrid. Un espaldarazo que se produce en el momento más oportuno, cuando algunas voces reclaman su dimisión por su presunta implicación en el caso de los votos de argentinos en Formentera.

Por lo demás, el plan hace hincapié en algunos de los asuntos más básicos del problema, especialmente en subsanar las redes para evitar el derroche por fugas que se produce en la actualidad. Y otras respuestas demandadas hace tiempo, como el trasvase de sa Costera, ven al fin la luz gracias a este proyecto.