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Nueve meses de negociaciones le ha costado a Gobierno, patronal y Comisiones Obreras llegar a un acuerdo sobre la reforma de las pensiones. Por el momento, UGT, el otro gran sindicato, prefiere no adherirse al trato, aunque podría hacerlo en un futuro, quizá cuando no pesen tanto en sus decisiones las conveniencias políticas de su partido hermano, el PSOE.

Por de pronto hay acuerdo a tres partes y eso ya es bastante, dadas las circunstancias. Porque a nadie se le escapa que el asunto éste de las pensiones es peliagudo y comprometido. En cuarenta años, según el Banco Mundial, España tendrá que duplicar el dinero que aporta a pagar pensiones por el envejecimiento de la población. A priori parece una situación muy lejana, pero afectará de lleno a los jóvenes que ahora se inician en la vida laboral.

El acuerdo alcanzado ahora sobre el texto remitido por el Gobierno admite algunas de las reivindicaciones seculares de patronal y sindicatos, como son la mejora de los ingresos de algunos de los segmentos más desfavorecidos de la población: viudas, huérfanos y aquéllos que perciben las pensiones mínimas. Para empezar, no está mal. Pero además prevé la posibilidad de jubilarse a los 61 años, siempre que se hayan cotizado treinta.

El punto más delicado ha sido el cálculo de la vida laboral para establecer la cuantía de la pensión. El nuevo pacto mantiene los quince años actuales, aunque el Banco Mundial recomienda "otros países ya lo están haciendo" que se tengan en cuenta todos los años dedicados al trabajo y ya se habla de ampliarlo hasta 35 años.

La polémica se ha aparcado hasta dentro de dos años y, mientras, todo parece indicar que tenemos reforma de pensiones en marcha. Sólo falta que UGT prosiga con su habitual buena onda con Comisiones y decida suscribir también el documento.