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Una casa misteriosa a la par que bohemia en el corazón de Llucmajor es el escenario elegido por el ceramista Rubén Cano para invocar a la inspiración artística. Este uruguayo afincado en Mallorca desde hace una veintena de años, asegura ser un enamorado del arte, hasta tal punto de dedicar todas las horas del día a él, ya sea para producir sus obras o para inculcar sus conocimientos a los presos de la cárcel de Palma, donde realiza clases de cerámica.

"En la última Fira del Fang le han concedido un premio de cerámica artística por «Al encuentro», ¿cómo ha recibido usted este galardón?<
"Muy bien. Ser profeta en tu tierra y que se reconozca tu labor en donde trabajas es gratificante.

"¿Cómo se inició en el mundo de la cerámica?
"Al principio fui autodidacta, vivía en Ibiza y vendía mis obras en la calle. Después vi la necesidad de estudiar y me apunté a Arts i Oficis.

"¿Cuáles son los pasos que sigue en su proceso creativo?
"No sigo unos pasos concretos. Yo voy trabajando y espero que salga algo interesante. Si busco es difícil que me surja.

"Últimamente ha integrado el hierro viejo al barro. ¿Qué significado tiene esta inclusión?
"Es un proceso donde las cosas antiguas vuelven a ser útiles. Se me ocurrió coger chatarras y pintarlas de un color uniforme.

"¿No resulta difícil crear piezas tan grandes?
"Para las piezas tan grandes, los ceramistas tenemos problemas de horno. Por eso yo he optado por fraccionar las piezas y después unirlas, creando todo un conjunto.

"Sus esculturas se pueden contemplar desde varias perspectivas, ¿a qué se debe?
"Me gusta hacer obras que puedan tener más de una interpretación.