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Los chicos empezaron a subirse al trapecio porque iban a representar «El niño mosca», una obra de teatro que requiere del uso de este útil acrobático. Decidieron aprender de excelentes profesores "Andrea y Guillermo, del Circo Criollo de Buenos Aires" y les gustó tanto la experiencia que es muy posible que repitan cuando, para el mes de abril, los maestros vuelvan de Argentina para empezar el nuevo Curso de Acrobacia y Trapecio en la escuela de Arte y Movimiento Sa Nau.

Nadir, cuyo nombre significa precisamente lo contrario a su afición de andar por las alturas "el punto nadir es el opuesto al cenital", no se sumó al curso para ser «niña mosca»... «Me apunté para quitarme el vértigo, y da coraje al principio, pero luego no, luego se te pasa». Hoy se siente «superorgullosa» cuando alguna figura complicada le sale bien y se plantea seguir practicando la acrobacia y apuntarse a algún curso serio de teatro aunque, aclara un poco, «depende de los medios económicos, porque un trapecio cuesta bastante dinero, y sobre todo es difícil encontrar el lugar donde colgarlo».

Ruth, Jaime y Violeta han practicado menos tiempo que Nadir pero también saben definir cuál es la sensación que el trapecio les proporciona: «Te da mucho morbo», ríen, «porque cada vez te arriesgas más, cada vez buscas hacer cosas más difíciles». Ninguno tiene más miedo del necesario para evitar ser temerario, pero reconocen sentirse, a veces, inseguros. Cuando controlan el ejercicio que hacen todo es perfecto, es como si volaran... «Pero si no sabes bien, tienes que pensar a ver dónde tengo la mano, y el pie, y la otra mano».

La técnica radica en saber controlar los tiempos "balanceos", y aprovechar el vaivén para que trabajar las formas y figuras no cueste tanto esfuerzo y gasto de energía. Después está la parte de sacrificio, incluso de dolor, que se oculta en la barra y las cuerdas del trapecio, porque «duelen las manos y los empeines, y sientes temblores en todo el cuerpo cuando ya no puedes más». Pero los profesores están debajo por si alguien se suelta. Para que todo quede en un susto y los chicos vuelvan a volar sin miedo.