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El «arranque» de la presidencia de George W. Bush está ya irremisiblemente marcado por el bombardeo llevado a cabo sobre Irak. Ocurra lo que ocurra en el futuro, es evidente que se trató de algo más que un golpe de efecto, o una toma de posiciones para dejar bien sentada desde el principio una postura, como pretenden algunos. Fue bastante más que eso, no sólo por el hecho bélico en sí, sino por la forma de llevarlo a cabo.

Por decirlo de una vez por todas, el bombardeo angloamericano abrió una nueva brecha en las relaciones ya de por sí tensas que existen entre la OTAN y la UE, a la vez que situó al presidente Bush en el epicentro de ese conflicto. Nada será lo mismo a partir de ahora en lo que concierne a la política hacia Bagdad. Quizás la crítica más explícita del bombardeo ha sido la efectuada por Francia, actitud que por cierto no puede dejar de contrastar con el silencio, tanto de la Comisión Europea, como de la Alianza Atlántica. Para hacerse una idea de lo descabellado de la situación, hay quepensar que el mismísimo secretario general de la OTAN, George Robertson, no fue informado oficialmente del ataque, independientemente de que pudiera estar al corriente del mismo, reconocida su militancia en el mismo partido que Tony Blair. Pero el hecho subsiste: el presidente de los Estados Unidos no informó a la OTAN de sus intenciones de bombardear territorio de Irak.

Si miramos hacia la Unión Europea, el panorama tampoco está en calma. Las discrepancias que ha suscitado entre los Quince el suceso, no han dejado de llamar la atención. Cierto que es un tema que compete más estrictamente a la OTAN, pero no lo es menos que la Comisión Europea es la instancia mundial que más ha ayudado desde la Guerra del Golfo "43.000 millones de pesetas" a subvenir las muchas necesidades del pueblo iraquí,lo que le concede una cierta autoridad en el asunto. En resumidas cuentas, la decisión de Bush ha tenido la rara «virtud» de dejar descontento a todo el mundo, de generar nuevas tensiones y de agudizar las ya existentes.