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El Parlamento rechazó, con los votos del Partido Popular, una propuesta del PNV que contó con el apoyo de PSOE, Izquierda unida y CiU para condenar el alzamiento militar de 1936 y a la vez el terrorismo. Lamentablemente, una vez más, los intereses de los partidos están por delante del interés general. Y es que no viene a cuento que los nacionalistas vascos, aprovechando un momento preelectoral en Euskadi, presenten una propuesta sobre hechos que no deben utilizarse como arma arrojadiza en función de enfrentamientos políticos que no guardan ninguna relación con aquellos trágicos sucesos que todo demócrata rechaza y condena. El terrorismo de ETA y el golpismo son dos hechos alejados en la historia y que nada tienen que ver el uno con el otro, salvo que tanto los terroristas como los golpistas de entonces violan o violaron los más elementales derechos humanos.

Pero no es menos cierto que el PP hizo gala de una enorme torpeza parlamentaria al rechazar la propuesta. Simplemente con un poco de cintura política y capacidad de diálogo se podría haber logrado un acuerdo satisfactorio para todos que hubiera evitado una situación casi esperpéntica, que puede llevar a algunas personas a pensar en una identificación de la actual derecha con épocas pasadas que nada tienen que ver con la realidad que vivimos.

Estas situaciones, por otra parte, son harto frecuentes en la esfera política debido a la estrategia que aplican los partidos. Impera más la confrontación y el rechazo de las propuestas porque vienen del partido contrario que el diálogo, el acuerdo o el consenso. En ciertos momentos, sería preciso echar mano de un poco de sentido común, de equilibrio, en el caso del PP; y en el caso del PNV, cabría mirar más hacia adelante para solucionar los problemas que nos acucian antes que establecer trampas parlamentarias que no conducen a nada.