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Los diseñadores mallorquines han vuelto de la Semana de la Moda parisién, «encantados» y muy satisfechos con los resultados obtenidos: «París no es como Cibeles, porque para estar en Prêt à Porter hay que pasar por una preselección, y el llegar hasta la Feria es, en sí, importante». Y no sólo es satisfactorio en el terreno creativo; también hay que tener en cuenta que clientes potenciales de todo el mundo visitan los stands para contratar sus compras de futuras temporadas.

Inés Colom, Xisco Caimari y Tolo Crespí tienen conceptos diferentes y personales acerca de la moda, pero comparten claves esenciales y, en particular, la idea de que el minimalismo característico de los últimos años del siglo XX se vea sustituido por un preciosismo formal en cuanto a líneas y acabados, convence a los tres. Estampados, terciopelos, botones decorados, pedrería, tejidos con pelo, solapas «especiales»; calzado en iguana o serpiente; «largos» muy largos -o muy cortos-, faldas hasta la rodilla; colores calientes, negro, blanco... «Diversión» y comodidad en la ropa, tanto para el hombre como para la mujer, que contrastan con la sencillez y la «lisura» de las formas y colores de años atrás.

Propuesta tan atractiva, en especial en los trajes de fiesta, atraen a especialistas de todo el mundo, y cabe destacar que los diseñadores mallorquines tienen clientes de los Países Àrabes: «Son países cálidos y 'preciosistas', y los colores vivos y la falda larga forman parte de su cultura», explica Xisco Caimari. «Además, no se distingue entre fiesta para invierno o verano», aclara Inés Colom, «se diseña con la idea de adaptar los tejidos para que sirvan todo el año». El único problema: el relativo al calzado. La crisis de las «Vacas Locas» ha desabastecido el mercado de la piel, hasta el punto de que Caimari o Colom no han podido presentar su colección de zapatos en París. «Fue muy difícil y caro, hasta 2.000 pesetas más por zapato», añade Tolo Crespí, quien sí lo logró.