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Ya ha sonado el pistoletazo de salida para la feria turística española, Fitur, en la que Balears tiene siempre un papel preponderante por su situación de liderazgo en el sector. Este año, como suele ser habitual a lo largo de todos los inviernos, los empresarios auguraban un bajón en las ventas, especialmente en los mercados alemán y británico, nuestros principales clientes. Pero, una vez más, los cantos de sirena se han quedado en nada: Fitur confirma que las cifras de ventas van al alza y a buen seguro el verano 2001 será tan extraordinario como el anterior, cuando se contabilizaron ingresos por valor de un billón de pesetas en nuestras Islas y más de once millones de visitantes.

Con estas cartas credenciales pocos podrán alegar «peros» a la industria turística balear, aunque últimamente se han producido acontecimientos que han roto la sensación de calma habitual. El derrumbe del hotel Tívoli, en Mallorca, ha puesto de manifiesto muchas cosas, todas ellas negativas, pero en lo que se refiere al turismo, ha dejado claro que se están comercializando plazas hoteleras inexistentes o, peor aún, ilegales, que ponen en riesgo la seguridad de nuestros visitantes.

Ante este hecho "que dentro del sector se conocía, permitía e incluso fomentaba", el Govern ha advertido que a partir de ahora actuará con firmeza para evitarlo y lo hará de cara a la temporada del 2002. Un poco tarde para lamentaciones y un poco tarde también para reaccionar. Si el «modus operandi» del Tívoli "se vendía en internet como hotel de tres estrellas, cuando ni siquiera se había realizado la reforma y ésta se hacía sin permisos" es bastante corriente en el sector de nuestras Islas, los gobiernos autonómicos debían haber puesto coto a esas prácticas hace mucho, sin esperar a que dos obreros perdieran la vida.