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Se ha producido este año un hecho sin precedentes en el ámbito de la cultura mallorquina: la «deserción» de los descontentos con la política cultural del Ajuntament de Palma en una protesta que bautizaron con el sonoro nombre de «Arruixada 2001». Cualquier movimiento de protesta, de rebelión cultural, de novedad o revolución de las artes debe ser siempre bienvenido, aunque hay que saber elegir las formas y las fechas. Organizar una cena «alternativa» a la de los Premis Ciutat de Palma como boicot a la celebración oficial ha sido una provocación innecesaria. Cualquier amante de la cultura sabe que la convocatoria palmesana es casi la única cita importante que se celebra al año de estas características y que lo único que no necesita son deserciones. Por eso, los organizadores de «Arruixada» podían haber hecho públicas sus críticas y su desafío al poder municipal en un acto similar cualquier otro día del año. Lo único que le faltaba a nuestra maltrecha cultura es la existencia de listas de uno y otro color. Pero lo peor ha sido la instrumentalización que de la cena alternativa han hecho los políticos del Pacte de Progrés, a excepción de UM, y la lucha por conseguir presencias cualitativas en cada cita. No era necesario ser futurólogo para adivinar quién iría a cada cena. Y habrá que convenir en que ambas celebraciones tuvieron su público y ninguna fracasó. No hay vencedores, ni vencidos. «Arruixada» supo movilizar a muchísimos intelectuales y artistas de declarada ideología progresista y la cena de Sant Sebastià tuvo la brillantez que requería la ocasión. El capítulo de ausencias sólo fue percibido por quienes manejaban las claves de la noche.

Quizá este movimiento alternativo goce de larga vida, de fuerza y de ánimo para seguir en sus reivindicaciones. Pero aun en el caso de que la cena de Sant Sebastià sea el primer y último acto de «Arruixada», los responsables de Cort deberán reflexionar, sin prepotencias, sobre lo ocurrido y corregir sus errores. Sólo así los beneficiados seremos todos los mallorquines.