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Al fin alguien parece haber tenido una excelente idea para promover la utilización de las energías limpias en nuestro castigado territorio. El Gobierno central, el Ajuntament de la localidad de Campos y la empresa GESA han firmado un convenio para poner en marcha un proyecto piloto que promete ser esperanzador: se trata de convertir los viejos molinos harineros y de agua, hoy en desuso y deteriorados, en pequeñas centrales productoras de electricidad a partir de la fuerza del viento.

Se trata de una idea que tiene dos vertientes. La primera, nada despreciable aunque sea complementaria del principal objetivo del plan, consiste en recuperar arquitectónicamente esos edificios que, de otra forma, acabarían cayéndose a pedazos por el paso del tiempo y del olvido. La otra, el verdadero quid de la cuestión, es convertir los molinos en centrales de energía eólica.

De momento tenemos ante nosotros sólo un proyecto piloto, pero las autoridades implicadas aseguran que, de tener éxito, se extenderá a la totalidad de los molinos de la localidad de Campos "nada menos que quinientos" y, posiblemente, a muchos de los tres mil que jalonan el paisaje mallorquín.

Ahí tenemos una idea brillante, pues cada uno de esos molinos, además de favorecer económicamente al payés que ostente su propiedad, generará energía como para resolver las necesidades de quince viviendas. Todo un logro que, además, tendrá la etiqueta de «ecológico», por no incidir en el medio.

No estaría de más que las autoridades autonómicas se planteen actuaciones semejantes en Menorca y las Pitiüses, para conseguir no sólo mejorar el paisaje de las Islas, sino además repercutir de forma positiva en la economía del campo y, de paso, crear electricidad. Ahí es nada.