El niño tenía muy claro adónde quería ir: a la lancha. Foto: Click

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Me temo que Felipe Froilán seguirá acaparando páginas en días sucesivos. Porque vean lo que pasó ayer, al regresar la Familia Real de estar durante todo el día en Cabrera.

En lo que todo el mundo "Reina, infantas, Constantino y Ana María de Grecia y sus hijos Filippos y Nicola, y una joven que iba con él", excepto don Juan Carlos, que se quedó a bordo del «Fortuna» un rato, subían a sus respectivos coches, observamos que Jaime de Marichalar aparecía por el muelle con su hijo Froilán, llevándolo de la mano, caminando los dos sin muchas prisas. A los pocos segundos descubrimos que lo que quería el pequeño era dar una vuelta en la «motopedo», o sea, la pequeña canoa, conocida tambien por «Senado», con la que su padre y su madre "y él también" a veces se dan una vuelta no más alla del faro del Dique del Oeste. Felipe, decidido, y sin soltarse de la mano de su progenitor, caminaba directo hacia el lugar donde estaba amarrada la lancha, mientras que la abuela, desde el coche, trataba de llamar su atención. Pero él seguía, como si no le importara otra cosa que llegar hasta allí.

Una vez en el embarcadero, y en lo que Froilán y su padre descendían por la escalerilla, apareció la Reina, quien parece que le aconsejaba que tuviera mucho cuidado. Froilán ya había ocupado su asiento y esperaba a que su padre arrancara, cosa que hizo segundos más tarde. El crío, sentado en el regazo de Jaime de Marichalar, tomó el volante y, cual avezado piloto, condujo la lancha en línea recta durante un trecho. Una media hora después, ambos regresaron al embarcadero, donde les aguardaba la abuela. «Pues otras tardes "nos comentó un curioso" el padre lo tiene que bajar otra vez, a darle otra vuelta».