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Cameron se mete en la cabina de BCM
El otro día, sobre la medianoche, llegó Cameron Douglas a BCM. Le acompañaba su novia, Jennifer, que me da la impresión de que es también un poco su mánager, y Paco Calatayud. Antes habían estado cenando en el restaurante de Costa Nord.

Cameron vestía casi como cuando le entrevistamos el sábado anterior, de ancho, destacando su barba y bigotillo incipientes, con dos aros en las orejas y una gorra visera. Se le veía muy tranquilo al lado de su novia. En el hall de la Macro estuvieron hablando con Tomeu Esbert, director general del Grupo Ocio Cursach, y Juanse, director de la discoteca, y luego concluyeron la conversación en el despacho de éste. Allí Cameron les mostró un reportaje que la prestigiosa revista «The Rolling Stone» le había hecho recientemente mientras trabajaba en la cabina de una discoteca neoyorquina. Si por Cameron hubiera sido, habría pinchado esa misma noche en BCM, aunque le faltaba lo fundamental, algo que en el dj que se precie es personal e intransferible: su maleta con los discos compactos que suele utlizar. «Sigue en Estados Unidos y hasta la próxima semana, o más tarde, no creo que lleguen a Mallorca, con lo cual dudo que este año pueda poner música aquí».

Así que optó por lo más congruente en esas circunstancias, meterse en la cabina, grande y ancha como una pista de tenis, y tomar contacto con sus luces, botones, mandos y mil virguerías que tiene, reparando que ni es una cabina normal, ni tampoco una discoteca como otra cualquiera. Porque a esas horas de la noche la sala estaba a tope. Las performances habían terminado su exhibicion y ahora eran los bailarines, entre ellos Charo Oubiña, quienes ponían a la gente a mil para que bailara, ya bien desde plataformas, ya bien desde jaulas, mientras que el fondo de la disco se iluminaba de mil colores que, a su vez, cambiaban por obra y gracia del huno que salía desde algún lugar. Cameron, que no perdía comba de luces y clavijas, seguía el ritmo de la noche ya completamente incrustado en ella. No sé cómo será su discoteca de NY, pero seguro que de ésta, que ya conocía como cliente, debió de salir flipado. A todo esto diremos que hizo amigos. Al presentarle al dj como el hijo de Michael, algunos se acercaron, le tendieron la mano y él correspondió. Ya digo, Cameron es un chaval con buen rollo, majo, abierto y con ganas de pasárselo bien.