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Ha habido fumata blanca con menos polémica de lo previsto, aunque también con sorpresa final. José Luis Rodríguez Zapatero, el joven leonés que salió a la palestra socialista directamente de la nada, ha conseguido hacerse con las riendas del primer partido de la oposición por los pelos y, eso sí, con toda la ilusión del mundo. Falta le va a hacer.

Tiene poca experiencia, 39 años, "los delegados han preferido optar por su arranque y su renovada imagen y dejar de lado la dilatada carrera pública de José Bono, que se quedó a las puertas del éxito" un ansia palpable por cambiar muchas de las cosas que han llevado al PSOE al desastre y, ahora, la oportunidad de lograrlo.

Sus primeros objetivos, nada menos, son «cambiar el partido, hacer una oposición útil socialmente, renovar profundamente las estructuras internas y hacer un proyecto de una nueva izquierda y de modernidad para España». Ahí es nada. Dar completamente la vuelta al calcetín. Quienes le conocen dicen de él que es buena persona, inteligente, de ideas muy claras, con principios y capaz. Pero el PSOE soporta sobre sus viejas espaldas el enorme peso de un «aparato» afianzado a lo largo de los catorce años de gobiernos socialistas y contra eso será difícil luchar.

«Este congreso va a marcar un antes y un después», vaticinaba la candidata Rosa Díez y probablemente tenga razón. Hoy se dará a conocer la ejecutiva que propone el nuevo secretario general y se desvelará la incógnita de quién será el presidente del partido. Un puesto honorífico que muchos dan ya por seguro que se llevará Felipe González. Pero los nombres y los rostros son hoy lo de menos. A partir de mañana empieza una nueva era para los socialistas de este país. La carrera por reconquistar al ciudadano. ¿Lo conseguirán?