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El asunto es el siguiente (sujétense el marcapasos): el papá del joven, Manuel Beiro Molillo, fue detenido en septiembre pasado, acusado de tráfico de cocaína y será juzgado el jueves en la Audiencia Nacional de Cádiz. El abogado ha solicitado que comparezca Ismael porque su testimonio es vitalmente importante. Así que se masca la tragedia griega, porque ahora el niño está entre la espada de Damocles que amenaza a su su progenitor y su deseo de continuar en la casa y hacerse con los veinte millones.

Es de suponer que la mencionada citación no había sido notificada antes de su entrada en el Hermano, pues de lo contrario habría sido absurdo aceptar las condiciones del juego. ¿Qué ocurrirá, oh, Dios mío? ¿Acudirá Ismael al juicio para declarar que «aquello» que apareció en la cisterna del percatado era azúcar en polvo para decorar unas torrijas o, bien al contrario, pasará de la llamada de la sangre y la Justicia y continuará en su encierro? Hay que suponer, además, que los cancerberos del programa lo sentarán en el confesionario, como a Mónica, para explicarle la situación.

Al paso que vamos en cuanto a pedigrees del Gran Hermano, no se entiende por qué no seleccionan directamente al Carnicero de Rostov, junto a Annibal Anníbal Lecter y al Destripador de York (todo esto es un decir, naturalmente) para que sepamos a qué atenernos desde el principio. ¿Qué nuevos historiales nos esperan?