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Michael Douglas es un defensor de la vida en todos los aspectos. En una ocasión leí que era "es" contrario al uso y tenencia (en casa) de armas de fuego, sobre todo por las consecuencias que eso puede tener en un mundo donde a más de uno, y más de una vez, se le cruzan los cables. A él, en el cine, se le cruzaron. Fue Un día de furia. Enloqueció, agarró un arma y ya vieron la escabechina que montó. Todo porque le echaron del trabajo y porque su mujer le impedía ver a su hijo. Algo que sucede muy a menudo. En USA y aquí. También leí que Michael está en contra de la pena de muerte.

Días atrás, le preguntamos sobre lo uno y lo otro.
"Debo de reconocer que me conmoví mucho viendo ese millón de madres manifestándose contra las armas en un día tan señalado. Se demanda con ímpetu una legislación más seria sobre el control de las armas, una legislación más fuerte en lo referente a los seguros de los gatillos, los percusores, la eliminación de balas capaces de perforar el metal, y también se demanda un período más largo para registrar las armas. Pero "añade" el peligro de las armas pequeñas no sólo existe en Estados Unidos, sino que es un problema mucho más grave al estar presente en todas las guerras civiles del mundo, como podemos ver en las de Àfrica, Kosovo o Sri Lanka.

Por todo ello, Michael es partidario de que «tenemos que reducir notablemente la venta de pequeñas armas, especialmente de armas automáticas, ya que el porcentaje más alto de personas que mueren por su causa no son soldados sino mujeres y niños». De este último dato damos fe, pues ayer por la tarde, comprándonos unos pantalones cortos en El Corte Inglés, al pasar por la planta de niños sorprendimos a Catherine Zeta Jones con sus padres comprando ropa de bebé, de color amarillo y blanco.

Catherine estaba bellísima (por eso sigo apostando en que será un niño). Lucía una blusa estampada y cubría sus ojos con unas gafas oscuras. Se la veía ágil yendo de un sitio hacia otro. Según nos contaron se había pasado media tarde comprado ahí, sin que tan sólo unos pocos repararan que era ella. Luego, en la calle, uno que nos vio haciéndole fotos, preguntó que quién era. ¿Cómo que quién es? ¡Catherine!, le dije semiofendido, no entendiendo que no la hubiera reconocido. ¡Ah, bueno!, replicó el otro, poco convencido de saber quién es Catherine. Y es que la vida es así. La ves en la pantalla y te la comes; las ves, como ayer, de paseo y en estado de buena esperanza, y no sabes quién es.