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A una semana de la formación del nuevo Gobierno de la nación, es quizá el momento de hacer una reflexión sobre los nombres y los hombres que rodean al presidente. A nadie se le escapa que el primer Ejecutivo que creó José María Aznar era consecuencia y víctima de las presiones internas de un Partido Popular inseguro que por primera vez se alzaba con la victoria electoral. Ahora, cuatro años después, el presidente se ha convertido en incontestable dentro del PP y ha podido escoger a sus compañeros de viaje con total libertad, formando un Gobierno a su imagen y semejanza que no tiene otra razón de ser sino el deseado y anunciado viraje al centro de un Gabinete salido de un partido de derechas. ¿El porqué de esta decisión? Muy sencillo: asegurarse ante los españoles una imagen alejada de la derecha tradicional, basada en el diálogo y el liberalismo a pesar de la mayoría absoluta, que pueda garantizarle al Partido Popular muchas más legislaturas al frente de la nación. O sea, arrebatarle el ansiado «centro político» a un PSOE de capa caída que no termina de reconstituirse tras el fracaso electoral de hace cuatro años y el abandono del líder indiscutible, Felipe González.

Para lograr este objetivo "si siguen así las cosas en la izquierda española no lo tendrá muy difícil Aznar", el presidente ha colocado en su más cercano entorno, como vicepresidentes, a Mariano Rajoy y a Rodrigo Rato, las imágenes del talante conciliador y del progreso económico respectivamente. Y a su alrededor, nombres antaño vinculados a la izquierda, incluso al PCE, como Josep Piqué, Anna Birulés, Pilar del Castillo o Celia Villalobos. Pero, además, ha querido hacer un guiño de compañerismo a su ex socio Jordi Pujol eligiendo a dos de sus antiguos colaboradores, Piqué y Birulés, catalanes ambos.