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Pollença vivió anoche un 'Davallament' diferente a sus anteriores ediciones. No faltaron el silencio y la devoción, pero uno de los autos sacramentales con más tradición y solera en las Islas se vio inmerso en el escándalo, un escándalo que sólo pudieron palpar los pollencins, ya que, para personas no versadas en el tema, todo transcurrió con normalidad.

El coro fue uno de los grandes protagonistas de la noche. No porque su actuación fuese de lo más lucido, sino precisamente por su mutismo, debido a la ausencia de sus intérpretes. Los responsables de la formación habían pedido, en diversas ocasiones, que la organización no los confinara al final de la procesión, allí donde sus voces se confundían con el murmullo del público. Parece ser que las Capes hicieron caso omiso a las advertencias de los coralistas que, después de cantar el «Miserere», abandonaron precipitadamente el Calvari, dejando a la procesión, que empezaba a bajar los 365 peldaños de la escalinata del Calvari, en el más sórdido de los silencios.

La alcaldesa Francisca Ramon fue otra de las protagonistas por omisión de la noche. Según parece, los estatutos de las Capes prohíben que sea una mujer la que presida un acto tan importante para la ciudad. Anoche, los componentes de esta cofradía aplicaron a rajatabla esas disposiciones y la alcaldesa socialista se vio desahuciada de un papel que, durante años, ha pertenecido al presidente de la ciudad.