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Tuvieron que morir personajes famosos del mundo del arte para que conociéramos los terribles efectos de una enfermedad desconocida hasta hace unos años, aunque los investigadores han descubierto que el virus del sida "hasta hace poquísimo sinónimo de muerte" existía ya en los años treinta. Rostros famosos sirvieron en la década de los ochenta para llamar la atención sobre un problema que hoy tiene carta de epidemia mundial y que todavía a muchos les sigue resultando ajeno, lejano e improbable. Desgraciadamente, no es así. En una línea que viene desarrollando desde su fundación "con jornadas dedicadas a problemas de relevancia social, como el empleo, el Alzheimer, las pensiones o el Síndrome de Down", el Club Última Hora acaba de reunir en Palma a los mejores expertos de nuestro país en esta enfermedad y ellos lo han dejado bien claro: el sida sigue matando y a marchas forzadas. Como muestra, este dato aterrador: la enfermedad se ha llevado a la tumba a 16 millones de personas. Pese a ello, las características iniciales del sida, que parecía afectar sólo a grupos reducidos y concretos de la ciudadanía, hicieron de él un mal muy peculiar. La mayoría de las personas creía que nunca le afectaría y una minoría llegó incluso a considerarla como un castigo divino. Hoy, gracias a la labor investigadora de miles de científicos en todo el mundo y mediante campañas informativas generalizadas para tratar de poner freno a los contagios, el sida se ha desprendido de esa leyenda negra. Los afectados son hoy solamente enfermos "afecta ahora más a jóvenes y mujeres" y han logrado prolongar su existencia y mejorar su calidad de vida con la ayuda y el esfuerzo de muchas personas y con fármacos carísimos a los que no pueden acceder millones de infectados de países más pobres. En esta cuestión, también, nos hemos olvidado del sur.