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La llegada de doña Carmen Polo de Franco y su hija Carmencita al Castillo de Bellver fue presenciada por numerosas personas congregadas en las inmediaciones de la entrada del recinto. Eran muchas las caras conocidas de mallorquines que fueron invitados a la cena que sirvió el restaurante Kais cuyo propietario, Paco Izquierdo, se esmeró para que la velada fuese un éxito. No sólo se debió al buen hacer gastronómico del que fuera teniente alcalde de Vías y Obras además de empresario restaurador, sino que la velada fue memorable por el buen hacer de quien aún hoy destaca por su caballerosidad y donosa cortesía, el entonces alcalde de Palma, Máximo Alomar Josa.

La ilustre dama, su hija y el séquito que las acompañaba tuvieron frases de elogio para la ciudad de Palma y quienes hicieron posible esa maravillosa noche de mayo en que fueron agasajadas con siurells típicos de la tierra, danzas mallorquinas a cargo del grupo folklórico de Selva Aires de Muntanya y aquella cancioncilla pegadiza y jocosa que tanto le gustó a la hija del Generalísimo y a Solís "la sonrisa del régimen. El tema en cuestión era Tirurí, cuac, cuac, cuac interpretado por los «Existencialistas de Valldemossa», "por ese nombre eran conocidos en aquella época los Valldemossa, conjunto vocal formado por los hermanos Estarás y su primo Matías. Franco se perdió la fiestecita.