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Mozambique produce algodón, maíz y té. Si en lugar de ello, produjera petróleo, oro o uranio, no me cabe la menor duda de que a estas horas no asistiríamos al televisivo espectáculo de la miseria y el miedo encaramados a los árboles y tejados de las casas y chozas. Esas criaturas semidejadas de la mano de Dios llevarían ya tiempo en hospitales y clínicas, siendo debidamente atendidos. Pero el problema del Àfrica subsahariana es que están muy lejos para todo y que, por añadidura, exhibe cifras económicas de una pobreza recalcitrante. Y, claro está, la caridad, la solidaridad, se hacen así más difíciles. La antigua colonia portuguesa llevaba hasta ahora años en expansión, exhibiendo con orgullo una tasa de crecimiento del 10%. No obstante, no puede olvidarse que hablamos de un país que cuenta con 8.000 millones de dólares de deuda externa y en donde la renta anual por habitante roza la irrisoria cantidad de 140 dólares. Un país que ha soportado una guerra civil entre 1975 "poco después de la descolonización" y 1992. Un país que lleva años reclamando ayuda sin encontrarla. Mozambique reproduce casi punto por punto el drama por capítulos que suelen vivir las naciones que fueron colonias africanas de países europeos. Tras siglos de colonización en los que la potencia administradora dedicaba su empeño en expoliar el país, sin preocuparse lo más mínimo de crear en él esa indispensable riqueza que garantiza la producción y la subsistencia, llegaba el momento de la descolonización, hecha aprisa y mal, dejando al país sumido en un clima de enfrentamientos. Después, dictaduras, caudillismos, guerra, la historia de siempre. Ahora, cuando en Mozambique empezaban a ver cómo se perfilaba un horizonte algo mejor, la Naturaleza ha hecho de las suyas y, justamente, en la época de siempre, la que podría determinar un futuro inmediato de alarma y hambruna. Hay que ayudar a Mozambique y hay que hacerlo algo mejor y, sobre todo, con más convicción de la que se ha puesto en juego hasta la fecha. Ya no se trata tan sólo de las inundaciones, sino de lo que costará levantar el país y alimentar a una población más pobre que nunca.