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Muchos de ustedes se preguntarán cuál es el interés de esta imagen que hoy les ofrecemos. Yo les invito a que, como con la magdalena de Proust, saboreen de nuevo la sapidez del recuerdo. Sí; ese rostro coronado por menguado pelo corresponde al de uno de los mitos que se formaron en la otra cara de la luna de una ciudad con bajo índice de población. Era esta mujer uno de los personajes curiosos, pintorescos y populares a los que por sus maneras diferentes al resto de los miembros de nuestra sociedad condenamos a las más oscuras cavernas como se hacía con los parientes locos. Se llamaba Isabel Bauzá y su apodo era «Na Bel Rollet». Mujer a la que le gustaba más la gimnasia que la magnesia y que en su mocedad lucía una envidiable figura de nadadora que sumergía en las aguas de Can Barbará o S'Aigo Dolça, poseía la agilidad de una gacela. Fue popular, na Bel Rollet, por una costumbre, que como mínimo llamaba la atención; practicaba el brinco subiendo y bajando de los tranvías en marcha. Fue una mujer malhumorada y de no demasiado exquisita educación que, al enfadarse con algún viajero, tomábale por las axilas y le lanzaba del tranvía en mitad del recorrido. Cuentan que murió a consecuencia de las gravísimas heridas que le ocasionó un coche al ser violentamente atropellada cuando se lanzaba desde la plataforma.

En la imagen la vemos pletórica de salud plantando en el pecho de Planas Montanyá el adhesivo de la Cruz Roja junto a una conocida señorita de la sociedad mallorquina.