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Ya lo pronosticaron los menos optimistas: ETA volvería a atacar, y con fuerza, durante la campaña electoral. Las peores previsiones, por desgracia, han vuelto a cumplirse milimétricamente. Dos personas han muerto de la forma más inhumana y cruel a consecuencia de una estúpida guerra que sólo quieren mantener en pie unos pocos locos. El país entero dio un respingo de horror ayer ante el televisor. Las imágenes de los dos cadáveres, uno calcinado, rodeados por el fuego que aún ardía en el coche que utilizaron los asesinos para colocar su bomba mortal serán difíciles de olvidar. Así empieza ETA la campaña electoral. Quizá hayan querido lanzar un siniestro mensaje para que sus seguidores rechacen a los partidos de carácter estatal y esta vez le ha tocado al PSOE. Uno de sus más destacados dirigentes en el País Vasco ha sido la víctima, y con él, su joven escolta, un ertzaina que sólo hacía cuatro meses que realizaba este tipo de tareas.

Dos nuevas muertes a añadir a la ya larguísima lista negra de una banda terrorista que quiere entrar en el siglo XXI con los planteamientos más oscuros de la Edad Media. Que no acepta que todos, los vascos y los españoles, están hastiados de esta guerra y de esta sinrazón. En momentos así los razonamientos, bien lo saben ellos, están de más. Sólo queda el dolor, la vergüenza, el rechazo total y absoluto y una desesperanza que a cada nuevo zarpazo está más y más cerca de la desolación.

Parece imposible una solución. Los más aventurados creen que después de las elecciones se anunciará una nueva tregua. Sólo que esta vez ya no nos creeremos nada. Y sabremos que si ETA deja de matar por una temporada no será más que para regresar de nuevo con más bríos asesinos.

La batalla la tienen perdida. Lo saben, pero quieren morir matando.