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Llegado el año cincuenta y ocho, tenía el tranvía, a ojos de muchos, apariencia de animal prehistórico. Ese armatoste ruidoso, danzarín, nacido en honorable cuna; ese utensilio ciudadano, nos dejaba. Se despidió con cierta nostalgia a esos viejos trastos de propulsión a trole y se saludaba con simpatía a los considerados, por entonces, «aparatos aerodinámicos». Sin embargo, con la desaparición de los tranvías moría también toda una época de la vida local.

En noviembre de 1953 empezaron a llegar los autobuses Pegaso que había adquirido la Sociedad General de Tranvías Eléctricos Interurbanos para incrementar sus servicios de transporte. Planas Montanyà "compañero de labores periodísticas y sin embargo amigo, que no abuelo ni progenitor" captó esta foto en el momento de ser desembarcado uno de ellos.

No fue hasta el 16 de marzo del año 68 la puesta en funcionamiento de las once unidades de autobuses que señalaban un avance considerable en el aspecto urbanístico de la ciudad.

En la plaza Pío XII tuvo lugar el acto de bendición, efectuada por el obispo Enciso Viana, de los vehículos «Pegaso-Chausson» ante las primeras autoridades de la ciudad. El Sr. obispo fue bendiciendo las nuevas unidades a medida que entraban en servicio con viajeros a bordo. Más tarde, los asistentes al acto se trasladaron en autobús al acuárium del hotel Victoria, donde el presidente de la SGT, Jaime Guasp, brindó por la prosperidad de los nuevos servicios. El gobernador civil, Plácido Àlvarez Buylla, afirmaba ante los presentes que una de las mayores aspiraciones de la ciudad se había convertido en realidad gracias al Ayuntamiento y a la Compañía de Tranvías, que decidieron emprender tamaña empresa sin reparar en gastos ni sacrificios. Horas más tarde, también en la plaza Pío XII, fueron desfilando ante las autoridades los tranvías, en su último viaje a cocheras. Un adiós nostálgico y una hermosa bienvenida.