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Después de un montón de propuestas más o menos atrevidas, pero casi increíbles para la ciudadanía, el líder del PSOE, Joaquín Almunia, ha conseguido dar en la diana al lanzar una oferta de convenio a Izquierda Unida para ir juntos en las próximas elecciones generales. A la derecha se le han puesto los pelos de punta, porque si se reprodujeran los resultados electorales de 1996 y se sumasen los votos de PSOE e IU, obtendrían más escaños que el PP y casi rozarían la mayoría absoluta. Obviamente, tampoco ha sentado bien la idea a CiU, que comprende que un gobierno central progresista de estas características no tendría ninguna necesidad del apoyo de los nacionalistas.

Almunia se ha arriesgado con esta maniobra, pero, por lo pronto, el efecto ha sido fulminante. La oferta es ciertamente interesante para Izquierda Unida, que yendo en solitario, y según las previsiones, puede prácticamente desaparecer del mapa político español tras la cita con las urnas del 12 de marzo. A cambio de integrar en un gobierno de izquierdas a ministros de la coalición comunista y de darles un buen número de senadores, IU tendría que ceder su sitio al PSOE en 34 circunscripciones, en las que, de cualquier forma, tiene muy pocas posibilidades de resultar elegida.

El Partido Popular ha reaccionado de inmediato con temor y ha recordado, con poco acierto, aquella bipolaridad política que desestabilizó la España de los años 30. La oferta de Almunia a IU demuestra que sólo la tozudez de Felipe González y de Julio Anguita impedían un acercamiento natural entre fuerzas afines. Sin embargo, no será facil llegar a una coalición. IU acepta negociar el programa electoral pero rechaza renunciar a presentarse en esas circunscripciones en beneficio del PSOE. Y no cabe olvidar, por otra parte, que, caso de ir unidos, hay una considerable parte del electorado de centro-izquierda que daría la espalda a una coalición con los comunistas.