La semana pasada un grupo de expertos celebró una mesa redonda
en la que se abordó el delicado tema de la integración del
colectivo magrebí que reside en las Islas. Se trata de encontrar
fórmulas que favorezcan la implicación de estos inmigrantes en la
cultura y la sociedad a la que han decidido unir sus vidas. La
iniciativa, loable desde este punto de vista, terminó con
sorprendentes conclusiones, entre ellas la propuesta de poner en
marcha el llamado 'modelo sueco', que, al parecer, se ha puesto en
práctica con éxito en diversos países europeos. Consiste en ofrecer
desde la Administración a los inmigrantes cursos de lengua y
cultura propios del país a cambio de una subvención para vivienda.
En el plazo de un año se les somete a un examen y, si suspenden, se
les «invita a abandonar el país».
El tema es complicado, y sus ramificaciones, muchas y profundas.
Por eso resulta peligroso proponer 'soluciones' como ésta. Es
cierto que la Administración se preocupa poco o nada por la
integración de los inmigrantes y que éstos necesitan orientación y
ayuda. En este sentido, la labor que vienen realizando sindicatos y
organismos como la Cruz Roja es encomiable. Pero la cuestión no
termina ahí. La formación es muy necesaria para estos trabajadores
extranjeros y deberíamos ofrecérsela a cambio de nada. Miles de
inmigrantes de otras regiones de España llevan años viviendo y
trabajando en las Islas y a éstos jamás se les ha «invitado a
abandonar» Balears por no saber hablar catalán o desconocer el
folclore local. Exigírselo a los magrebíes es, simple y llanamente,
racismo. Deberíamos poner un poco de atención en lo que decimos.
Existe un problema de integración con buena parte del colectivo, es
cierto, pero los exámenes y las amenazas de expulsión no
contribuirán en nada a su implicación en nuestra lengua y nuestra
cultura.
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