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El ramo de la construcción en España ha experimentado un enorme crecimiento en los últimos tres años. En Balears, en particular, el auge del turismo motiva una demanda, también en aumento, de apartamentos, hoteles y viviendas, con la consiguiente carencia de materiales y mano de obra, lo que produce a que automáticamente los precios se disparen.

Por ejemplo, un ladrillo que hace año y medio costaba 16 pesetas ahora cuesta 30. Pero aunque se paguen los nuevos precios, sigue sin estar garantizado el abastecimiento. Con la mano de obra ocurre lo mismo, y en las Islas, encontrar albañiles, fontaneros, electricistas o pintores se ha convertido en una difícil tarea.

El personal técnico es todavía más escaso, pues en la Universitat balear faltan escuelas que formen ingenieros, arquitectos o aparejadores. Por eso es muy común descubrir que en una obra, en especial si es de grandes dimensiones, el 90% de la plantilla está compuesta de trabajadores, técnicos o no, que provienen de otras comunidades españolas.

Rafael es encargado de obra y su trabajo consiste en organizar «el tajo» a los albañiles y preparar el material necesario. Es gallego, de Pontevedra, y se va a quedar en Mallorca mientras haya obras en las que trabajar. Su mujer y su hijo están en Galicia y, por eso, en Navidad marchó allí para verlos. Rafael los echa mucho de menos y «lleva fatal eso de estar aquí solo». Durante el día trabaja muchas horas y está entretenido, pero cuando llega la noche... «Ducharte, cenar y a dormir, eso es lo que haces, y así se te pasa mejor la semana. Lo malo son los domingos. Es cuando te acuerdas más de la familia».

Comparte piso con otros tres compañeros que también son gallegos. Manuel González es oficial de 1ª y ha venido a Mallorca porque, aunque en Galicia también hay trabajo, «aquí se gana más dinero». Vive muy a gusto en la Isla y lo que quiere ahora es convencer a su novia para que venga a quedarse con él. Viaja a su tierra cada tres meses y piensa también que es muy duro vivir tan lejos de la familia, pero «si hace falta...».

Los domingos limpian la casa entre todos y aprovechan para lavar y organizar la ropa. A veces hacen turismo por la Isla y se sienten bien acogidos en ella. Consideran que, en general, los mallorquines son abiertos, «más abiertos que los gallegos» "opina alguno", «pues están más acostumbrados a tratar con gente de fuera debido al turismo». El caso del personal técnico es parecido. Los ingenieros y los aparejadores son de Madrid, de Alicante, de Granada... Algunos han venido con sus esposas e hijos, y pocos son los que tienen claro que cuando «termine la obra» volverán a sus lugares de origen.