El espectáculo de fuegos artificiales duró quince minutos e iluminó el cielo de Palma de llamativos colores.

TW
0

Para la noche de fin de año se auguraba mucho más glamour del que exhibió. Se vivió con tanta intensidad como cualquier otra Nochevieja, porque despedir un año siempre es importante, sea cual fuere la cifra que venga detrás. Así, muchos decidieron empezar la fiesta en Cort, sobre todo extranjeros. Los que acudieron a tomar las uvas de la mano de «En Figuera» "reloj del Ajuntament" disfrutaron por adelantado de la música de la Orquestrina d'Algaida, que amenizó la hora anterior y la posterior a las campanadas con temas de siempre, ante una multitud que ocupaba las calles colindantes, brindaba con cava y esperaba expectante la llegada del nuevo año.

Llamaban la atención los muchos pins, gafas y demás accesorios en forma de 2000, así como todo tipo de sombreritos, antifaces y ornamentos de las típicas bolsas de cotillón. Tras las uvas, en Cort siguió el baile y se hicieron interminables filas de «conga», mientras algunos intentaban hacer negocio vendiendo botellas de cava que se enfriaban en neveras de playa. Al cabo de unos minutos, se inició un explosivo festival de petardos que, media hora más tarde, dio paso a un impresionante espectáculo pirotécnico que duró quince apasionantes minutos y que aglutinó a cientos de personas en la muralla. Estos fuegos artificiales marcaron la salida de la «maratón festiva» que tradicionalmente inaugura cada año.

La gran mayoría comenzó la noche en bares de Sa Llonja e incluso en el dique del Oeste, donde muchos organizaron sus fiestas privadas, improvisando barras de bar en los maleteros de sus coches "no es de extrañar dados los altos precios de todos los locales"; cualquier fórmula era válida para no encaminarse directamente a las muchas fiestas que se organizaron para recibir el 2000 y hacer así más duradera la noche. Jóvenes encorsetadas en vistosos vestidos y chicos elegantemente trajeados bailaban animados en la multitud de establecimientos de la zona. A partir de las tres de la madrugada las calles de Sa Llonja quedaron desiertas. El jolgorio ya se había trasladado a las fiestas organizadas.