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El Govern ha tomado una decisión, quizás precipitada, en el proyecto de dotar a Mallorca de un recinto ferial nuevo y un palacio de congresos, en dos solares diferentes y, presumiblemente, alejados el uno del otro. En una Comunitat como la nuestra, que goza de las más modernas infraestructuras turísticas, la construcción de un palacio de congresos es, más aún que necesaria, casi obligada. Contar con una de estas instalaciones atraería cada año a miles de congresistas que, además de intercambiar sus asuntos, disfrutarían del encanto de la Isla con las máximas comodidades que ofrece nuestra industria turística y complementaria. No menos urgente es la construcción de un recinto ferial que sustituya al actual barracón de uralita. Ciertamente será difícil organizar ferias que superen el ámbito estrictamente regional, pero no por ello hay que dejar de lado que Balears tiene a su favor todas las condiciones para ser la sede de una gran feria turística a nivel mediterráneo. Y aunque no sea posible elevar el listón del calendario ferial, Balears no puede tener por más años una construcción que en su momento se proyectó como provisional y que ha permanecido así ante la pasividad de los gobiernos anteriores.

Aceptada sin discusión la necesidad de contar con urgencia con un palacio de congresos y un recinto ferial, lo más funcional y económico sería agrupar estas dos funciones en un mismo espacio.

A nadie se le escapa que esta idea de conjuntar ambas instalaciones, entendiéndolas como complementarias, conlleva una serie de ventajas, desde el abaratamiento de los costes hasta el mejor aprovechamiento de infraestructuras. Por eso cabe preguntarse por qué el Govern ha decidido de pronto separar los proyectos y convocar concursos de ideas diferentes.