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Posiblemente el implacable pragmatismo imperante en el mundo de hoy ha sido el responsable de que se diera menor relieve a un debate como el celebrado en Florencia durante el pasado fin de semana -se trataba de un foro del que no se derivarían decisiones concretas-, en el que no obstante se pusieron sobre el tapete cuestiones de imprescindible resolución. Ocho líderes progresistas de otros tantos países reflexionaron en voz alta sobre el papel que una izquierda moderada debe jugar en nuestros días, atendiendo tanto a la vertiente teórica del asunto, como a la puesta en práctica de las correspondientes políticas. Desde esta segunda perspectiva, en la capital de la Toscana se planteó la necesidad de sanear la economía de las naciones para abaratar así el valor del dinero, y se insistió en la conveniencia de imponer ciertas reglas a los capitales que en nuestros días viajan de un lado a otro del planeta. En suma, se puso el acento en lo imprescindible que resulta ahora evitar los riesgos de un capitalismo duro, desaforado, que quiere imponerse no sólo en los mercados, sino en todos los órdenes de la vida. Para ello sería obligado que la izquierda introdujera reformas en su concepción, ya que caso de no hacerse así correría el peligro de derivar hacia un conservadurismo de otro signo. Por expresarlo en palabras de Tony Blair, resulta hoy aconsejable distinguir entre la antigua izquierda tradicional y la nueva política que los tiempos imponen, sin renunciar a una orientación progresista de la política y a una concepción avanzada de la historia. El mundo que sale de la «guerra fría» es otro y sus desafíos también lo son. Y en este sentido, supondría una enorme irresponsabilidad el no adecuar la estrategia intelectual y política al momento histórico. Reconociendo como valor irrenunciable y fundamental de la izquierda, la solidaridad, los líderes progresistas hablaron en Florencia de una puesta al día, de un «aggiornamento», sin el cual el progreso podría convertirse en obstáculo, o en mera evolución estéril. Sinceramente pensamos que sus palabras deben ser escuchadas.